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El juego, una oportunidad para estimular la comunicación e interacción social en niños con TEA

Sabemos que los niños con Trastorno del Espectro Autista tienen dificultades a nivel de comunicación social y, presentan un patrón de intereses restringidos. Por ello, muchas veces resulta un reto encontrar juguetes o actividades que les gusten, así como también, enseñarles a dar una función adecuada a los mismos, pues, tienden a observarlos, apilarlos, agitarlos o lanzarlos.

Autor: Esp. Carolina Lazo Paredes y Esp. Hellen Sáenz Ramos

Por tanto, algunos padres de familia dicen “No sé cómo jugar con mi hijo”, otros mencionan “yo le pregunto qué es y sí me responde, pero, no quiere que toque sus juguetes”, y, otros más indican “tiene muchos juguetes, pero, no los usa”.

Entonces, como primer paso es importante resolver la siguiente incógnita ¿qué es jugar? Se trata de una acción libre y voluntaria que tiene como uno de sus principales objetivos desarrollar un sentimiento de alegría. Es por ello que, para poder comenzar a jugar con el niño debemos asegurarnos que los juguetes o juegos propuestos sean de sumo interés y, así generar motivación y diversión. Ahora bien, para la propuesta de juguetes o actividades, es necesario observar al niño e identificar qué es lo que hace y cuáles son sus gustos particulares. Por ejemplo, si se interesa en los números, en las letras, en los animales, en encajar o insertar objetos o en sonidos, etc.

Asimismo, es importante saber en qué etapa del juego debería encontrarse, según su edad:
- Juego funcional: aparece entre los 0 y 2 años. Consiste en realizar una acción varias veces de manera intencional para conseguir un objetivo placentero. Por ejemplo, apretar un botón y que salga algo o lanzar una pelota y hacerla rodar.
- Juego simbólico: se desarrolla entre los 2 y 6 años. Consiste en un juego de representación, es decir en la simulación de situaciones y personajes. Por ejemplo, el jugar con los animales y realizar distintas acciones como darles de comer, bañarlos, caminar. O jugar con un bebé y hacer como si el bebé comiera o realizara distintas acciones.
- Juego de reglas: el niño lo alcanza entre los 6 y 12 años.
- Juego de construcción: aparece paralelamente en las 3 etapas.

¿Qué pasa con los niños con TEA? Muchas veces se observa en ellos un juego repetitivo, con poco significado o funcionalidad, por ejemplo: tirar cosas, agitarlas o apilarlas. Por lo que es importante acentuar la primera fase en el desarrollo del juego de manera que sus acciones vayan teniendo mayor sentido. Esto quiere decir, que después de interesarse por poner en línea los cubos, posteriormente, logre armar una torre o un puente o, luego de interesarse por lanzar los animales, logre tirar las pelotas en una batea o consiga colocar los animales dentro de la estructura de una granja, dándole así, un uso funcional a los objetos o juguetes, para que después, pueda compartir su juego y/o interés con el adulto y, en la medida que evolucione, pueda dar paso a juegos simbólicos o de representación. En ese proceso de enseñanza es donde se estimulará las habilidades de comunicación e interacción. 

El juego funcional es la primera fase, y será el anticipo al juego simbólico, puesto que, si un niño no le da función a objetos o juguetes, le resultará más difícil sustituir o transformar su realidad en un juego (roles). Por ejemplo, usar sus bloques para armar una casa e incluir a muñecos realizando distintas acciones, como ir a dormir, a bañarse a comer, etc. Por tanto, una vez identificados los intereses del niño y en qué fase del juego se ubica, se pueden ir presentando las propuestas. Por ejemplo, si se sabe que le encantan los números, entonces se le puede ofrecer un rompecabezas de números, plastilina para armar dígitos, bloques para formar cifras, alcancías con monedas donde estén pegado los números, etc. generando, no solo un “enganche” con el adulto, como medio de diversión, sino también, le brindará a los objetos un uso adecuado o funcionalidad.

Sin embargo, podría pasar que no incorpora al adulto en su juego. Aquí viene la pregunta ¿qué hacer? Se pueden incluir juegos corporales con los mismos materiales. Por ejemplo, esconder una pieza en su cuerpo y jugar a buscarla, realizar sonidos graciosos cuando él esté colocando las piezas, por ejemplo “plin” o “pum”. Por otro lado, si vemos que el niño está armando un rompecabezas, colocar una pieza, y esperar que acepte dicha acción y entrar en su juego. Y luego, de manera indirecta, hacer un juego por turnos. Como también, realizar juegos netamente físicos, como saltar, dar vueltas, columpiarse, ir detrás de él (chapadas), etc. Es así como se llamará su atención y podrán notar que los adultos son también divertidos cuando se incorporan en sus juegos. Aquí es donde debemos tener en cuenta otro aspecto importante: el papel del adulto en el juego. En pocas palabras, el adulto debe ser un niño más, olvidarse de sus preocupaciones o pendientes por un momento, ya que él también debe divertirse. Además, se debe cambiar el “chip” de que jugar es un “interrogatorio” o “cuestionario”, es decir, se deben evitar preguntas como “¿Cómo se llama?” o “¿De qué color es?”, así como dar indicaciones “Pepito, ven”, “Pepito, mira”, “Pepito, tú di”, ya que como se mencionó anteriormente, el objetivo principal es divertirse para luego poder enseñar. El adulto podrá obtener la atención del niño por medio de la voz o las diferentes entonaciones que puede realizar, las expresiones faciales y las acciones en los juegos.

El juego no necesariamente debe ser dirigido, al inicio como adultos vamos a enseñarle a realizar distintas acciones con juegos o juguetes nuevos y, para ello es importante tener como estrategia principal: la imitación. Evitar en lo posible moldear al niño a realizar una acción, es decir, evitar utilizar la ayuda física para que el niño aprenda un nuevo juego, ya que así se olvidarían de las características principales del juego: el que debe ser natural y espontáneo. Y, para lograr estimular las habilidades de comunicación e interacción, el adulto hablará lo necesario durante el juego. Así, dejará de ser una persona ‘muy verbal’ y, más bien, será más concreta en el uso del lenguaje, lo que ayudará a que el niño pueda predecir qué se hará o dirá. Es allí cuando se incentivará el contacto visual, la anticipación e incluso la imitación verbal. Por ejemplo, si se realiza una torre, primero decir “pon” para que acomode cada pieza, luego realizar el conteo “uno, dos y tres” para finalmente decir “se cayó” (tiro la torre), el niño aprenderá ese patrón de juego, lo cual podría repetirse y ser muy predecible, pues, al reconocer qué es lo que va a pasar, estará demostrando su capacidad para anticiparse a una rutina de acción con uso verbal. Entonces, cuando se realice el conteo, se puede hacer una pausa después del número “dos” para ver si el niño puede completarlo con algún balbuceo o tal vez con la palabra esperada que sería “tres”. Y, si bien, será lindo escuchar sus primeras emisiones vocálicas, lo significativo de este tipo de juego, es el desarrollo de su comprensión, de su capacidad para anticiparse y la posibilidad de estimular espacios de reciprocidad compartida.

A continuación, algunos juguetes o actividades que se pueden utilizar para:
- Juego social sin objetos: canciones, cosquillas, ronda, escondidas, balanceos, chapadas, caballito o jugar al avión.
- Juego social con objetos: telas, resortes, pelotas de distintas texturas, burbujas, globos, plumas o cojines.
- Juego de construcción: cubos de madera, porosos o de plástico, figuras imantadas, bloques o plastilina.                                                                                                                - Juego funcional: pistas con carros, toboganes con pelotas, cuentos con botones, apilables, martillo con pelotas, aros, cajas de formas o juegos para insertar, instrumentos musicales, títeres o carros.

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